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Señor Director:

En el reciente debate entre los candidatos a la presidencia escuchamos decir a uno de ellos, Sebastián Piñera, que respecto de los inmigrantes sería bueno (deseable) permitir el ingreso de médicos, científicos y técnicos. Cierto es que en los albores de la patria (como gustan algunos decir) el aporte de esos inmigrantes fue decisivo para fundar nuestro desarrollo (hay muchos ejemplos), pero es claro que estamos en otra etapa donde lo importante, lo que asegura la sustentabilidad de lo que se hace, es si somos capaces de formar adecuadamente ese tipo de personas y generamos las condiciones para que hagan el aporte que de ellos se espera al desarrollo de nuestro país. Como bien indica El Vicerrector Claudio Martínez (El Mostrador) lo que se esconde detrás de esta afirmación es “una concepción simplista de la investigación, el desarrollo y la innovación y una sobre valoración del emprendimiento”. Es precisamente esa lógica, análoga la mera extracción de recursos, la que impide en el largo plazo la consolidación de nuestro desarrollo y lo vuelve eternamente precario.

Lo interesante, lo revelador, es como el candidato Piñera al fijar su posición en el tema de los inmigrantes nos muestra, inevitablemente, su agenda y sus creencias que por cierto estima son lo mejor para todos nosotros. Es el convencimiento personal, necesario pero no suficiente, no una visión de estadista la que domina su discurso. Es la falta de confianza, falta de audacia, en lo que no puede reducir a indicadores de estado de avance de un proyecto, lo que le impide creer en la ciencia como pilar de desarrollo. Es la lógica que reduce el emprendimiento (bienvenidas las nuevas ideas) a una mera cuestión de flujos de dinero.

Pero tal vez lo que mejor retrata el ánimo del candidato es su afirmación que reza que “no hay mejor médico que uno mismo” (parece una frase tomada del movimiento anti vacunas). Puede entenderse que se quiera apelar a la “sabiduría popular” para abusar del efecto halo (soy como Ud., por lo tanto soy bueno), pero lo relevante aquí es la falta de confianza en la generación de diversas formas de concebir el mundo. En esta lógica, el “ciudadano de a pie” seguirá creyendo más en sus santos que en sus científicos. La lista en que “lo mejor es uno mismo” es larga, no hay mejor ecólogo que uno mismo, no hay mejor mecánico que uno mismo, no hay mejor empresario que uno mismo, no hay mejor persona que uno mismo y, finalmente, no hay mejor presidente que uno mismo.

por Eduardo Kessi 

Fuente: www.elmostrador.cl