Estimado comité organizador, miembros de la sociedad, estudiantes e invitados a esta cena de clausura de la XLI Reunión Anual de la Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de Chile.
Quiero agradecer en primer lugar a la Sociedad por otorgarme este hermoso reconocimiento, es un honor para mí ser el merecedor de la medalla que lleva el nombre del gran maestro Hermann Niemeyer, si bien no tuve la oportunidad de conocerlo, es digno de admiración para todo bioquímico chileno.
Bien, siempre fui un estudiante de aquellos que les apasiona estudiar, aprender y transmitir el conocimiento. Sin embargo, también fui de aquellos que le costaba mucho atreverse a alzar su mano para preguntar algo a un profesor mientras hacía una clase. Si esto es debido a timidez, problemas de autoestima, miedo al rechazo, lo desconozco, pero es algo que me acompañó desde tiempos escolares y de alguna u otra forma buscaba opciones más privadas para resolver las dudas. En la Universidad de Chile mi fenotipo me reunió con personas similares, quienes actualmente son grandes amigos. Yo pensaba que éramos simplemente distintos, algo pesimistas, autodestructivos, bajo perfil, etcétera, pero cuando tuve la oportunidad de participar en múltiples ayudantías teórico-prácticas junto a la Dra. María Antonieta Valenzuela, observé que es un fenotipo bastante recurrente en nuestro ambiente. Ya en etapa de tesis de pregrado y magíster, mi pasión por la ciencia creció de una forma inimaginable, pero en paralelo desarrollé un trastorno de ansiedad generalizada que me bloqueaba en momentos de alto estrés. Durante el doctorado, observé que muchos amigos comenzaron a presentar trastornos similares, yo no sé si la intolerancia a la frustración es algo generacional, pero sí que es una realidad que los estudiantes de postgrado tienen altos índices de depresión y ansiedad en comparación al resto de la población, incluso en países donde la relación tutor-estudiante y entre colegas es altamente regulada. También sé que es algo intrínseco, tan interno como la motivación por descubrir y la capacidad de asombro que nos llevó a seguir una carrera académica. Por ello es muy triste cuando el descontrol psicológico destruye la motivación por investigar, pero todos tenemos la capacidad de detectar en qué momento estamos en riesgo, de tomar medidas, aunque sean farmacológicas, no podemos permitir que nuestra pasión se desintegre por emociones que bloquean nuestras acciones, las opciones existen, por lo que pido que si se sienten reflejados en mis palabras, las busquen. ¡Debemos disfrutar nuestro trabajo!
En mi caso, el recibir esta medalla me significa una alegría astronómica que sin duda calma mi ansiedad y acrecienta mis impulsos de continuar en este hermoso camino científico. Deseo agradecer profundamente a dos personas que marcaron mi formación teórica y me ayudaron a definir mis intereses científicos hacia las bases bioquímicas de la epigenética. En primer lugar agradezco a la Dra. María Antonieta Valenzuela, nuestra Toña, cuyas clases no sólo transmitían conocimiento en enzimología, sino pasión desinteresada por la investigación básica, así como un trato hacia los estudiantes muy humano y cercano. Agradezco a Daniela Seelenfreund, quien para mí siempre será un ejemplo a seguir en lo académico, pues la calidad de sus cátedras, su rigurosidad en las evaluaciones y la preocupación por potenciar en nosotros habilidades para desempeñarnos profesionalmente hacen de ella una gran referente.
En mi formación dentro de la investigación he tenido dos guías importantísimas, sin las cuales no estaría acá dirigiéndome a uds. Agradezco profundamente a mi querida Alejandra Loyola, por cada conversación en que nos sentábamos a especular eventuales hipótesis en base a los resultados del laboratorio, por compartir conmigo su rigurosidad en la investigación, por enseñarme a ser científico en el mesón, por darme la oportunidad de participar activamente en la redacción y revisión de artículos científicos y apoyarme en todas las decisiones académicas que he tomado hasta el momento. También agradezco a la Dra. María Estela Andrés, quien es mi directora de tesis doctoral, por permitirme realizar un proyecto diferente a lo que comúnmente se estudiaba en su laboratorio, por darme la libertad para comenzar a formarme como investigador independiente y sin duda por la excelente capacidad crítica que me ha transmitido cada vez que analizamos datos, por frenarme cuando estoy muy disperso y por ser de las personas honestas, que dicen claramente lo que piensan aunque sus palabras sean duras de vez en cuando, pero necesarias. También agradezco a mi co-directora de tesis, Dra. Marcela Sjöber, por entregarme provechosa retroalimentación cada vez que lo he necesitado y ayudarme a interpretar precisamente mis resultados. Por todo ello, agradezco a estas 5 grandes mujeres.
Finalmente agradezco a mis padres, este reconocimiento se lo dedico a ellos, pues nadie más que ellos sabe el esfuerzo que uno dedica a lo que ama. Viejitos, yo los amo a ustedes y este premio es para ustedes.
Siempre seré un férreo defensor de la ciencia básica y aunque muchos de los presentes nos dediquemos a la misma, muchos caemos en seguir y defender dogmas. Pero, en mi humilde opinión, la ciencia no avanza si sólo tomamos tal postura ante los dogmas, debemos desafiarlos, ahí han estado y seguirán estando los grandes descubrimientos. En base a lo mismo, termino mis palabras con una reflexión propuesta por Levinas en 1935 “Nos volvemos civilizados precisamente escapando al peso que nos oprime en nuestras pesadillas, no abrazándolo”, tomemos en cuenta nuestros datos freaks, éstos no tienen por qué ser pesadillas.
Muchas gracias.