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Contemporánea de Eloísa Díaz, la médica oriunda de Valparaíso -ciudad donde fue declarada hija ilustre por su participación en el combate de la epidemia del Cólera- también fue vanguardia en Europa, donde continuó estudios en Alemania cuando aún no estaba permitido este derecho. Relevando el rol del ambiente social y cultural en la salud pública, Ernestina Pérez es otra de las mujeres que ha dejado su huella en la historia de la medicina nacional.

“Las mujeres deben ser admitidas a rendir exámenes válidos para obtener títulos profesionales con tal que ellas se sometan para ello a las mismas disposiciones a que están sujetos los hombres”. Estas son parte de las palabras del “Decreto Amunategüi”, documento suscrito el 5 de febrero de 1877 por el entonces ministro de Instrucción Pública Manuel Luis Amunategüi Aldunate, que abrió la posibilidad de que las mujeres pisaran las aulas universitarias en Chile.

Fue cincuenta años después de este hito que dos destacadas mujeres fueron homenajeadas por la Agrupación Médica Femenina: las primeras médicas tituladas del país, la doctora Eloísa Díaz y Ernestina Pérez, esta última destacada salubrista nacional cuyo natalicio se conmemora este miércoles 8 de agosto.

Tanto Díaz como Pérez son parte de las pioneras que irrumpieron en la profesión y con ello, en el espacio público, abriendo camino a las siguientes generaciones de mujeres que hoy circulan por las aulas del sistema educativo superior en nuestro país.

La salud como un tema público

Nacida en 1865 en Valparaíso, Ernestina Pérez estudió en el Liceo de Isabel Le Brun de Pinochet, en una época donde no existían establecimientos de educación estatales para mujeres, los que sólo se fundaron en 1891. Todo esto, en un contexto -como detalla la líder feminista Elena Caffarena el 3 de julio de 1953, en una reunión de la Unión Chilena de Mujeres-, en donde sólo dos países tenían mujeres médicos -Inglaterra y Estados Unidos-; y a menos de un siglo de la Independencia de Chile, donde “las mujeres vivían agobiadas, no sólo por el peso de las costumbres coloniales, sino que hasta físicamente por ropas que las cubrían de la cabeza a los pies”.

“Útero Bicorne” (1885), “Apuntes sobre Higiene del Corsé. Actas y Trabajos” (Buenos Aires, 1905), y “Lecciones de Ginecología” (Berlín, 1910), son solo algunas de las obras de la doctora; esta última, publicada en el marco de los estudios que realizó en dicha ciudad, enviada por el Gobierno de Chile cuando aún allá no se permitía estudiar a las mujeres, motivo por el cual las autoridades tuvieron que solicitar un permiso especial para que pudiera asistir a las clases, tras el biombo. Pero no sólo eso. Sus viajes y capacitaciones en Europa la llevaron también a las universidades de Londres y Paris.

Conferencista en escuelas, organizaciones y sindicatos, Ernestina Pérez fue de las pioneras en instalar la “idea de que el médico tiene que cumplir un rol en la sociedad. Muy temprano aparecieron estas ideas que luego guiaron la salud pública en 1920: la salud no es un proceso individual sino que colectivo, que depende de las condiciones materiales”, según relevó la académica de la Facultad de Medicina, Mercedes López.

Así, Ernestina Pérez recibió el título de médico cirujano el 10 de enero de 1887 –sólo siete días después que la doctora Eloísa Díaz-, tras lo cual regresó a Valparaíso para ser parte del combate a la epidemia del Cólera el año 1888, motivo por el cual fue declarada hija ilustra de su ciudad natal.

La pregunta de Elena Caffarena

En el mismo encuentro de la Unión Chilena de Mujeres de julio de 1953, uno de los puntos abordados por Elena Caffarena fue el tema de quién recibió el título de médica primero. Recordando una conversación suya con Ernestina Pérez en el contexto de la Asociación de Mujeres Universitarias, Caffarena narró que le preguntó “el por qué de esta diferencia de días entre un examen y otro e interrogué directamente sobre esto a la doctora Pérez”.

Ambas amigas habían acordado dar juntas sus exámenes y que, por razones ignoradas, el expediente de la futura doctora Díaz fue colocado en una sesión de la facultad anterior a la suya”, relató la activista respecto a la razón de por qué una se tituló antes que la otra. 

Más allá de eso, lo importante de los pasos de estas médicas es que “se introduce por primera vez la idea de que la mujer tiene las capacidades de ingresar a la universidad, para -en igualdad de condiciones- estudiar y egresar de profesiones que eran masculinas”, como continúa la profesora López sobre este hito y sobre esta mujer que también fue parte de las fundadora del “Consejo Nacional de Mujeres de Chile”, y  de la “Asociación de Mujeres Universitarias”, y que participó en las dos primeras instituciones femeninas de la capital -el Círculo de Lectura y Club de señoras-, en un contexto donde, según relata Caffarena, “eran malos tiempos para los aficionados a las asociaciones”, dado que “reinaba el Intendente Salas Rodríguez y toda reunión era tildada de sospechosa”.

Las deudas de la memoria

Otro de los datos que trae a la palestra la profesora Mercedes López es que, junto con destacar el perfil de Ernestina Pérez como una de las pioneras de la medicina nacional –lugar hasta ahora asociado sólo principalmente a Eloísa Díaz-, hay que hacer otro “acto de justicia, ya que las primeras profesionales fueron las matronas, porque el año 1834 se creó el Colegio de Obstetricia”.

En esa línea, como planteó la académica, “hemos sido muy injustos, no sólo con Ernestina Pérez, sino que con Isidora Góngora”, primera matrona, además de muchas otras mujeres que se abrieron campo en el por entonces resguardado mundo masculino de la universidad, deuda que se puede extrapolar hasta la actualidad, cuando aún es posible observar brechas en áreas como la “equidad de los sueldos, en las comisiones y en las jerarquías”, donde “no es posible que habiendo un porcentaje dividido de profesores asistentes, en la jerarquía de profesores titulares esta sea de 70 y 30. Eso indica que algo está pasando”.

“Deberíamos, aprovechando que estamos recordando estas figuras pioneras, recalcar la necesidad de que la U. de Chile de una vez por todas realce la figura de la mujer y se comprometa a tener una universidad libre de machismo”, concluyó López.

Fuente: www.uchile.cl