Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

¿Cómo observa la ciencia chilena a un investigador radicado en el extranjero? ¿Qué características tiene nuestro país para ser reconocido a nivel mundial por su calidad de científicos? ¿Cuáles son las falencias que orbitan el panorama actual de la ciencia en Chile? ¿Es la Telemedicina la ciencia del futuro? ¿La investigación científica nacional está orientada a resolver los principales problemas de la sociedad? Estas y otras interrogantes fueron abordadas, junto al Dr. Norberto Guzmán, en exclusiva para la Sociedad de Bioquímica y Biología Molecular de Chile (SBBMCh). 

El Dr. Guzmán es sin duda alguna, uno de los científicos más reconocidos a nivel mundial, y como nadie es profeta en su tierra, gran parte de su carrera ha sido forjada en los Estados Unidos, en mega conglomerados como Hoffman-La Roche y Johnson & Johnson.

Este connotado científico chileno es Bioquímico de profesión, Máster en Ciencias con mención en Bioquímica del Colegio Médico de Georgia (Medical College of Georgia, Augusta, Georgia, U.S.A.) y Doctor en Bioquímica de la Escuela de Medicina de Nueva Jersey (University of Medicine and Dentistry of New Jersey-Rutgers The State University, Piscataway, New Jersey, U.S.A.).

Su cercanía con el mundo clínico ha estado siempre presente a lo largo de su carrera, esto gracias a su constante trabajo en hospitales y centros de investigación, tanto del mundo de la salud pública como privada.

¿Cómo nació su interés por la ciencia y la bioquímica, en específico?

Primeramente, creo que es importante decir que soy oriundo de Antofagasta, nací en María Elena y fui estudiante del colegio San Luis, forjando una rigurosa disciplina Jesuita. Posterior a ello, me fui a estudiar Bioquímica a la Universidad de Concepción, porque me sentía motivado por la ciencia y el conocimiento que podría desprender de ella.

Con el tiempo obtuve mi licenciatura y terminé mis estudios de pregrado en la ciudad de Valparaíso, lugar donde realicé mi tesis y también tuve la posibilidad de trabajar en el Hospital Carlos Van Buren. Allí, en una sala acondicionada como habitación, viví por dos años. En dicho período, pude nutrir mis conocimientos de ciencia básica con la práctica clínica y adquirí mucha experiencia, sin duda.

¿Cómo era su ritmo de trabajo en aquellos años?

Trabajaba en el laboratorio clínico del Hospital hasta las 2 pm, y después me iba a la Universidad de Chile en Playa Ancha, donde me quedaba hasta altas horas de la noche. Era la época de los primeros trasplantes a nivel mundial, por lo que había mucha emoción rondando en el medio científico y clínico. De hecho, muchos de los médicos que llegaron a Chile desde Estados Unidos en ese período, fueron quienes me motivaron a pensar en el extranjero como una posibilidad cercana en mi desarrollo profesional. 

Después de ello se traslada a Estados Unidos a realizar su maestría, y posteriormente, el doctorado ¿Qué lo motivó a dar esos pasos?

Me motivaron mis ganas de crecer y desarrollar mi carrera. Fue así como me trasladé al Colegio Médico de Georgia para realizar mi maestría. Esta era muy exigente, ya que combinaba cursos de bioquímica y biología molecular, ambos avanzados. Si bien fue muy exigente, me entusiasmé –aún más– por la parte clínica de la ciencia.

Finalmente, terminé mi Doctorado en la Escuela de Medicina de Nueva Jersey.

¿En qué se enfocaron sus estudios?

Tanto en la maestría como en el doctorado, hice estudios en el colágeno, una de las proteínas más abundantes del cuerpo humano y de importancia crítica en muchos procesos fisiológicos y patológicos. Realicé investigación vinculada a la biosíntesis de colágeno en diferentes tejidos de cáncer, de hecho, el primer trabajo que publiqué fue en el Cancer Research, revista científica de alto impacto en USA. Después, cuando terminé mi doctorado, me dediqué a la parte de la química proteica, purificando dos de las enzimas de la biosíntesis de colágeno y haciendo aplicaciones a nivel bioquímico propiamente tal.

Posteriormente me fui a trabajar al Hospital Monte Sinaí, en la ciudad de Nueva York (Mount Sinai School of Medicine, New York, New York, U.S.A.). Allí trabajé más de 5 años, específicamente en el Departamento de Pediatría y Ortopedia, en donde también pude desarrollar algo de genética humana.

Cuando terminé ese período en dicho Hospital, me trasladé a la industria diagnóstico-farmacéutica y comencé a trabajar, primero, en el área del laboratorio clínico (Roche Diagnostic Systems, Nutley, New Jersey, U.S.A.), una subsidiaria del conglomerado farmacéutico Suizo “Hoffman-La Roche” (Basel, Suiza).

Después de trabajar tres años en el sector del laboratorio clínico –dentro del enorme complejo de edificios– me trasladé a la parte de producción farmacéutica, donde teníamos que analizar todos los vectores que rodean el nacimiento de un nuevo medicamento. Desde los estudios farmacológicos, pasando por la calidad de control, y hasta, el análisis de aspectos ligados a la toxicología.

Fue en esa época donde comenzó mi interés en la tecnología de la Electroforesis Capilar, y definitivamente, me dediqué a ello el resto de mi vida, ya que –según mi opinión– es una tecnología de avanzada, con un alto poder de resolución y a un costo por ensayo, inferior comparado las tecnologías existentes.

En Hoffman-La Roche pudo desarrollar investigación de vanguardia y avances científicos que impactaron en la industria farmacéutica, sin embargo, tomó la determinación de migrar a otro gigante de la industria, Johnson & Johnson ¿Cómo fue su experiencia allí?

En Johnson & Johnson trabajé por 16 años, y uno de los principales factores de mi traslado, fue que esa empresa desarrollaba más investigación vinculada con la biotecnología. Si bien, en La Roche también había áreas vinculadas al respecto, la otra compañía ya tenía consolidado esta área multidisciplinaria, que emplea varios procesos biológicos, químicos y de ingeniería. Más en ambas empresas mi experiencia fue muy grata, ya que me permitieron desarrollar conocimiento aplicado de alto nivel científico.

¿Qué vino después de Johnson & Johnson?

Me dediqué a forjar una pequeña empresa, donde estoy tratando de crear un instrumento portátil (como una laptop) con el objeto de hacer un laboratorio clínico privado para el hogar de cada individuo.

El objeto de este instrumento puede ser, más o menos, comparado con el mismo propósito que tuvo Steve Jobs el día que quiso crear el computador personal, ya que, si bien al comienzo nadie le creía, el tiempo y el desarrollo tecnológico hicieron que su invento fuese fundamental y trascendental para la sociedad moderna. Lo mismo –esperamos– pase con esta especie de laboratorio de diagnóstico portátil, el cual se vincula con la telemedicina. La medicina del futuro.

El sueño del laboratorio personal.

Es un instrumento portátil que estará en la casa, midiendo a través de saliva y orina –muestras obtenidas a través de procedimientos no invasivos –, diferentes biomarcadores de la salud de cada persona. Con eso se podrá establecer una línea de diagnóstico basal, sabiendo qué sustancias anormales –capaces de generar un diagnóstico preciso de una enfermedad– están presentes en las muestras analizadas.

Los análisis de biomarcadores serán de bajo costo (menos de 1 dólar) al igual que el precio del instrumento. En general, los biomarcadores constituyen un sistema dinámico y poderoso para la monitorización precisa de los estados de salud y enfermedad. Además, son también de gran utilidad en ensayos clínicos para el control de calidad y la eficacia de los productos farmacéuticos. 

¿Cómo operaría dicho sistema?

Básicamente el paciente toma una muestra de su saliva, la pone en el instrumento, aprieta un botón y como consecuencia, se producen una serie de bandas (electroferogramas). Si bien estos datos no son fáciles de interpretar por un ciudadano común, es allí donde entra en juego el rol de un segundo botón que envía la información recabada a una supercomputadora. Esta máquina de –manera inmediata– interpretará y corroborará la información enviada desde el instrumento personal (vía Internet), entregando un resultado, lo más certero posible, al diagnóstico del individuo. Básicamente es telemedicina, y este instrumento, es un vehículo para su ejecución.

Si bien en la actualidad existen exámenes caseros que logran hacer “semi-diagnósticos”, estos son muy someros, superficiales y con riesgo de generar un resultado falso-positivo, llevando como consecuencia a un diagnóstico equivocado y a una terapia inapropiada. Sin embargo este instrumento portátil trabaja a nivel de biomarcadores certeros, sin posibilidad de generar resultados falsos-positivos o falsos-negativos, por lo que, incluso sirven para predecir la enfermedad en estado de gestación. 

El concepto del “P4”.

Este es un concepto que se asocia fuertemente con el desarrollo que explico anteriormente, ya que se vincula, por un lado, con la telemedicina, y por el otro, con la llamada “Medicina de Precisión”.

El P4 basa su práctica en cuatro etapas fundamentales. La primera es la Fase Predictiva (Predictive), donde se busca predecir la enfermedad con la información recabada mediante el análisis de los biomarcadores certeros y precisos.

La segunda es la Fase Preventiva (Preventive), donde una vez que se tiene la información precisa, se busca alcanzar un mecanismo que prevea o previera el desarrollo de una enfermedad.

La tercera es la Fase Personalizada (Personalized), donde se analizan los datos dependiendo de las características genéticas del paciente, y así poder proveer una “terapia sastre” para él. Se usa este concepto, debido a que la terapia es “fabricada a la medida” para una población genéticamente más homogénea.

Poco a poco nos estamos alejando del concepto que una terapia es efectiva para una población universal, sino más bien, se está intentando llegar a terapias individualizadas de mayor efectividad.

Finalmente, la cuarta etapa, se vincula con la Fase Participatoria (Participatory), asociada con el concepto de “wellness”, el cual busca crear conciencia en la sociedad para poder evitar estilos de vida o prácticas que son perjudiciales para la propia salud de un individuo. De esta manera, se crea una disciplina de un monitoreo de biomarcadores realizados con mayor frecuencia.

En el fondo, este tipo de avances, facilitarán el acceso de los pacientes a la medicina ¿Es entonces una forma de buscar la democratización de la misma?

Sin duda, es democratizar el acceso, ya que usted podrá estar en Santiago, Arica o en Chiloé y la medicina será exactamente la misma. 

El avance tecnológico nos está permitiendo tener un mayor acceso a teléfonos móviles con aplicaciones capaces de medir signos vitales básicos. Con la introducción de instrumentos portátiles (point-of-care devices) como “analizadores de biomarcadores” y de uso en oficinas médicas, o en la privacidad del hogar, y conectados a supercomputadoras asociadas a centros médicos de liderazgo mundial, se facilitaría el acceso a monitorear nuestra salud con más frecuencia a un costo razonable.

Hoy en día, la medicina es muy desigual, más la telemedicina ayudará a cambiar el desbalance que existe en la actualidad. El paciente podrá ver al médico a través de una pantalla, mientras éste estará analizando sus resultados. Al menos esa es mi idea, que responde a la línea de trabajo que he estado realizando y estudiando mediante el análisis de los biomarcadores en los procesos inflamatorios, causantes de múltiples enfermedades. 

La respuesta inflamatoria como blanco de estudio.

La inflamación es un proceso positivo, ya que cuando uno se golpea, se corta o se quema, viene un batallón de células defendiendo al organismo para que se recupere. Ahora bien, si la respuesta inflamatoria se mantiene por mucho tiempo pasa a ser crónica, y en el proceso de envejecimiento (que es también un proceso inflamatorio) el ejército celular se vuelve más débil y se comienzan a producir patologías, que se contrarrestan tomando demasiados medicamentos, lo que también crea una situación compleja y difícil de resolver.

Con el concepto del P4 hay que considerar que uno puede impedir que las enfermedades que pudieran estar en incubación continúen avanzando, con el beneficio de prolongar la vida de una persona, y además, disminuir los aspectos económicos asociados a las enfermedades. Para mayor detalles ver las siguientes referencias (Atlas of Science – Another View of Science March 21 (2016), Guzman NA, Guzman DE.; Journal of Chromatography B, 1021: 14-29 (2016), Guzman NA, Guzman DE).

Llevándolo hacia un plano más social y coyuntural ¿Qué opinión tiene sobre la ciencia “made in Chile”? Y ¿Qué análisis genera frente al escenario de investigadores científicos y sus respectivos trabajos?

Yo he conocido –a través de los años– a gente extremadamente talentosa en Chile, sin embargo, creo que lo que hace falta son incubadoras de talentos, las que por cierto, están muy de moda en Boston, Miami, Madrid y otras capitales de avanzada científica.

¿En qué consisten?

El Gobierno, o ciertas organizaciones privadas, entregan financiamiento –independiente de las instituciones científicas que existen– con el cual se crea un parque tecnológico que proporciona infraestructura y apoyo de gestiones científicas, económicas y legales, a emprendedores que desarrollan ideas innovadoras y las transforman en empresas de éxito.

Este parque tecnológico sería un verdadero semillero, donde los científicos se podrían nutrir, por ejemplo, de ideas basadas en la ingeniería y la propia informática.

En el fondo, es entender que Chile necesita agrupar a sus profesionales bajo un mismo paragua donde se comuniquen, intercambien ideas, interactúen y desarrollen la creatividad.  En países como Finlandia, Singapur e Israel –donde la población es inferior a Chile– existe mucha colaboración científica produciendo cientos de patentes de ideas que muchas veces son productos de uso mundial.

¿Cómo ve el campo de la Bioquímica Nacional comparada con la de países desarrollados?

En Chile hay una tendencia a investigar la bioquímica pura o más bien tradicional, donde profesores de prestigio, dedican su vida a estudiar, por ejemplo, un problema bioquímico demasiado teórico, lo cual no tiene nada de malo, sino por el contrario, se adquieren nuevos conocimientos.

Sin embargo, considero que el problema es que se gastan demasiados recursos en ello, debido a que los resultados y nuevos conocimientos generados, pasan a ser un mero modelo de estudio. No hay aplicabilidad directa de beneficio social y económico para los chilenos, y en la gran mayoría, estos estudios no son patentables.

Las incubadoras –dentro de un parque tecnológico–  podrían ser una de las muchas alternativas para incrementar el desarrollo de la bioquímica aplicada en Chile.

 

Fuente: 4ID/CONGRESS, Todos los derechos reservados. ®
Periodista: Patricio Grunert Alarcón. ®

Para ser reproducida rogamos contactar a: support@4id.cl o comunicaciones@4id.cl
Citar como fuente a: 4ID/CONGRESS ® / Patricio Grunert Alarcón, Todos los derechos reservados. ®