Si una persona se concentra en cómo dobla el dedo índice de su mano derecha, podrá imaginarse fácilmente las tres falanges de hueso, perfectamente sincronizadas al ritmo que marcan los músculos flexores y extensores. Pero si se concentra un poco más y se hunde mentalmente en su propio dedo, llegará a las células de sus nervios y músculos. Allí, la señal para mover el dedo viaja en millonésimas de segundo gracias al tránsito de átomos con carga eléctrica a través de las membranas de las células que forman los seres vivos. Hace casi 40 años, dos treintañeros alemanes —apasionados por la ciencia básica, por el mero hecho de saber por saber— decidieron investigar estos mensajes eléctricos. Y desarrollaron un nuevo método para medir esas ínfimas corrientes que permitió detectar las puertas de la célula: los canales iónicos, unas moléculas en la membrana celular que permiten el paso de los átomos cargados. En 1991, aquellos dos jóvenes, Erwin Neher y Bert Sakmann, ganaron el premio Nobel de Medicina por este descubrimiento trascendental. Su curiosidad acabó salvando miles de vidas.
“La investigación básica es lo que estoy haciendo cuando no sé lo que estoy haciendo”, dice una frase atribuida al ingeniero Wernher von Braun, padre del programa espacial que llevó al ser humano a la Luna. Erwin Neher, nacido en Landsberg (Alemania) en 1944, tampoco sabía lo que estaba haciendo. Cuatro décadas después, sí lo sabe. Su nuevo método permitió identificar puertas celulares que se convirtieron en objetivos para desarrollar fármacos. La memantina, uno de los medicamentos más usados para tratar los síntomas del alzhéimer, actúa sobre un canal iónico vinculado a las conexiones neuronales. Varias drogas alivian el dolor crónico con la misma estrategia. Y uno de los fármacos más caros del mundo, Kalydeco, con un coste de más de 200.000 euros por paciente al año, frena la fibrosis quística en un pequeño porcentaje de los niños enfermos, gracias a los canales iónicos. Sin estos comprimidos, la patología provoca la acumulación de moco espeso en los pulmones y suele acabar con una muerte prematura de los pacientes.
Neher, investigador de la Sociedad Max Planck, apura un gin-tonic mientras enumera ejemplos de fármacos surgidos gracias a sus investigaciones, uno tras otro. “Me siento muy orgulloso”, reconoce. Se calcula que el 13% de todos los medicamentos comercializados actúan sobre canales iónicos, con unas ventas de más de 10.000 millones de euros al año. El biofísico alemán, de paso por Valencia para participar como jurado en los Premios Rey Jaime I, sonríe y explica por qué es necesario invertir más dinero en investigación básica. En saber por saber.