Trabajo de la Universidad de Chile y el Inta concluyó que la llamada microbiota es rica en un microorganismo que protege contra la obesidad y la diabetes.
Existen más de cien billones de bacterias que se alojan en el tubo digestivo. Pero ellas no tienen el rol negativo que generalmente se les asocia, sino todo lo contrario. Componen lo que se conoce como microbiota intestinal, la que múltiples estudios revelan cumple un rol clave en patologías como la obesidad o la diabetes tipo 2, alergias y males autoinmunes. Incluso, se le has vinculado con enfermedades como el autismo o el alzheimer.
“Se ha reportado que muchas funciones dependen de la composición de esta microbiota”, resalta Paola Navarrete, profesora asistente del Laboratorio de Microbiología y Probióticos del Instituto de Nutrición y Alimentos (Inta) de la U. de Chile.
Además, señala Navarrete, se describe que la composición de la microbiota depende de la zona geográfica de la población, así como también de sus hábitos alimenticios.
¿Cómo es la microbiota de los chilenos? Un estudio publicado el mes pasado en la revista Frontiers in Microbiology y realizado por académicos de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y del Inta, caracterizó por primera vez esta población bacteriana en el país.
Los hallazgos, hechos en población sana, revelaron un alto porcentaje de presencia de Akkermansia Muciniphila, una bacteria que protege la integridad de la mucosa intestinal y ejerce un efecto inmunomodulador, es decir, interviene en la capacidad del sistema inmune de ejercer una o más de sus funciones, como la producción de anticuerpos o la secreción de mediadores inflamatorios.
Particularidad chilena
Es la primera vez que se hace una caracterización de la microbiota de los chilenos. Un trabajo muy relevante, indica Navarrete, ya que la determinación de la composición de microbiota intestinal de personas sanas es necesaria para establecer una línea base que permita la detección de alteraciones de ese sistema en condiciones patológicas o de enfermedad.
Los resultados mostraron que la microbiota de los chilenos es similar a la de los argentinos y algunas subpoblaciones de EE.UU. La riqueza en Akkermansia muciniphila, es un hallazgo importante, dice el estudio, considerando que este microorganismo ha sido propuesto recientemente como una características distintiva de un intestino sano, por sus propiedades antiinflamatorias e inmunoestimulantes y su capacidad para mejorar la función de la barrera intestinal y la sensibilidad a la insulina, entre otras funciones.
Los resultados llaman la atención, indica Martín Gotteland, académico del Departamento de Nutrición de la U. de Chile y otro de los autores de la investigación, ya que la bacteria es conocida por su rol protector frente a enfermedades como la diabetes y la obesidad y eso eso resulta curioso en el contexto epidemiológico del país, que muestra altos índices de población de diabetes y obesidad. “No tenemos una explicación, es solo lo que observamos. El estudio fue realizado en 41 personas, tendríamos que agrandar esa muestra para ver si observamos el mismo perfil. También queremos estudiar los sujetos obesos y cuál es su microbiota”, explica Gotteland.
Punto de partida
“Estos resultados constituyen una línea de base importante que facilitará la caracterización de la disbiosis (alteraciones de la microbiota) en las principales enfermedades que afectan a la población chilena”, indica Navarrete.
“En Chile la gente no sabe lo que es la microbiota, hablan de la flora intestinal, pero no saben por qué es importante para tantos procesos y su importancia en el desarrollo de múltiples enfermedades”, dice Gotteland.
Si la microbiota tiene un papel destacado en el organismo es sólo si se tiene una dieta adecuada, resalta Gotteland. “Una dieta que contenga polifenoles, antioxidantes presentes en los vegetales, y que gracias a que se acumulan en el colon, pueden desde ahí modular la microbiota intestinal”, explica.
En las personas que consumen una dieta alta en grasas se han demostrado alteraciones en que la composición de la microbiota. “Estimula el crecimiento de bacterias negativas que son las que tienen en su superficie compuestos inflamatorios, y que alteran la impermeabilidad intestinal”, indica Gotteland.